La historia oculta de la estación de Metro construída sobre un cementerio de monjes
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El origen del Metro de Madrid se remonta al 17 de octubre de 1919, cuando el rey Alfonso XIII inauguró la primera línea, la Línea 1, que tenía ocho estaciones (Cuatro Caminos-Sol) y 3,5 kilómetro de longitud. A lo largo de los años, el sistema de metro se ha ido expandiendo gradualmente por toda la capital, y en la actualidad es el tercero más extenso de toda Europa, con más de 300 estaciones y 294 kilómetros de vías.
La estación más misteriosa del Metro de Madrid
Algunas de estas estaciones esconden historias muy interesantes y que solo unos pocos viajeros conocen. Es el caso de la parada de Tirso de Molina, que fue construida en 1921 sobre un cementerio de monjes.
A mediados del siglo XVI se concedió la licencia a un fraile para construir un convento de su orden La Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos. La institución vivió una gran época de esplendor hasta que en la primera mitad del siglo XIX Napoleón lo saqueó para robar las lujosas obras de arte que albergaba.
Finalmente, el convento fue demolido en 1840 junto con el cementerio que había debajo del mismo, donde estaban enterrados los cuerpos de cientos de monjes. Durante la construcción de la línea 1 del Metro de Madrid, casi un siglo después, se hallaron 200 nichos del antiguo cementerio que, además de los huesos de los frailes, también contenían algunas de sus pertenencias.
Trasladarlos era inviable, así que se tomó la decisión de que permanecieran allí. Por este motivo, en la actualidad los huesos de los monjes y sus pertenencias continúan allí, tras las paredes de la estación de Tirso de Molina. «Como las autoridades no se ponían de acuerdo sobre qué hacer con estos restos humanos, decidieron depositarlos tras las paredes de los andenes antes de cubrirlas con los azulejos», explican desde Metro, según recoge ‘El Independiente’.
Más allá de este hecho tan siniestro, esta parada es una de las más bonitas del sistema de metro de la capital. Cuando se inauguró en el año 1921 de ‘Progreso’, el nombre de la plaza situada en el exterior. Fue en 1939 cuando se cambió el nombre al de Tirso de Molina.
La decoración es impresionante. La bóveda está cubierta de azulejos blanco biselado y cuenta con frisos de cerámica de Toledo. Uno de los principales atractivos es el escudo antiguo de la ciudad realizado en bronce, que originalmente estaba en la estación de Sol.
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